Un elegido, un tipo diferente al mejor estilo de Neo en Matrix es el encargado de sacar a la humanidad de un ostracismo milenario (aquí el tiempo no transcurre en miles sino en millones de años). Este personaje llamado Alvin es el primer niño nacido en 7000 años, la cual es además, su edad. En esos tiempos los hombres, además de inmortales, viven en la última ciudad de la tierra que se ha convertido en un desierto.
Como si esto fuera poco, a las personas les trae sin cuidado el salir de la ciudad ya que una vieja leyenda dice que los hombres fueron atacados por los invasores después de que hubiesen conquistado el universo y por lo tanto, la humanidad renuncia al viaje estelar. Alvin se dará cuenta de todas las mentiras que hay detrás de esto...
“Todo empezó cuando el hombre luchaba contra los Invasores…, fueran quienes fuesen. Antes de eso, se esparcía entre las estrellas, pero fue obligado a regresar a la Tierra tras una serie de guerras de las que no tenemos más noticias. Tal vez esa derrota cambió su carácter, y le obligó a contentarse con pasar el resto de su existencia en la Tierra. O tal vez los Invasores prometieron dejar a la humanidad en paz si permanecía en su planeta; no lo sabemos. Lo que es seguro es que empezamos a desarrollar una cultura fuertemente centralizada, de la que Diaspar fue el máximo exponente.”
Y es precisamente en la búsqueda de la verdad que nuestro personaje nos permite dar un fascinante viaje por una ciencia ficción, descabellada muchas veces, pero sumamente imaginativa y casi fuera de todo lo común.
Luego, en una continuación de la narrativa de Arthur C. Clarke, Gregory Benford imagina una nueva y remota Tierra renacida, cuyos bosques, selvas y ríos han sido recreados sobre la arena del desierto. Una especulación que llega a producir un vértigo cósmico que se empareja con la mítica Hacedor de Estrellas de Olaf Stapledon.