sábado, 28 de mayo de 2016

Tras la caída de la noche - Arthur C. Clarke & Gregory Benford



Un elegido, un tipo diferente al mejor estilo de Neo en Matrix es el encargado de sacar a la humanidad de un ostracismo milenario (aquí el tiempo no transcurre en miles sino en millones de años). Este personaje llamado Alvin es el primer niño nacido en 7000 años, la cual es además, su edad. En esos tiempos los hombres, además de inmortales, viven en la última ciudad de la tierra que se ha convertido en un desierto.

Como si esto fuera poco, a las personas les trae sin cuidado el salir de la ciudad ya que una vieja leyenda dice que los hombres fueron atacados por los invasores después de que hubiesen conquistado el universo y por lo tanto, la humanidad renuncia al viaje estelar.  Alvin se dará cuenta de todas las mentiras que hay detrás de esto...

Todo empezó cuando el hombre luchaba contra los Invasores…, fueran quienes fuesen. Antes de eso, se esparcía entre las estrellas, pero fue obligado a regresar a la Tierra tras una serie de guerras de las que no tenemos más noticias. Tal vez esa derrota cambió su carácter, y le obligó a contentarse con pasar el resto de su existencia en la Tierra. O tal vez los Invasores prometieron dejar a la humanidad en paz si permanecía en su planeta; no lo sabemos. Lo que es seguro es que empezamos a desarrollar una cultura fuertemente centralizada, de la que Diaspar fue el máximo exponente.”

Y es precisamente en la búsqueda de la verdad que nuestro personaje nos permite dar un fascinante viaje por una ciencia ficción, descabellada muchas veces, pero sumamente imaginativa y casi fuera de todo lo común.

Luego, en una continuación de la narrativa de Arthur C. Clarke, Gregory Benford imagina una nueva y remota Tierra renacida, cuyos bosques, selvas y ríos han sido recreados sobre la arena del desierto. Una especulación que llega a producir un vértigo cósmico que se empareja con la mítica Hacedor de Estrellas de Olaf Stapledon.



En 1948, Arthur C. Clarke publicaba una de sus obras más indiscutibles: la novela corta A la caída de la noche (1948), que pocos años después la revisaría y extendería a novela dando lugar a: La ciudad y las estrellas (1956), un clásico en la historia de la ciencia ficción.



Luego, ya en 1990, Gregory Benford,  ya en esos momentos un grande de la ficción científica, con éxitos tan destacados como Cronopaisaje, publica Más allá de la caída de la noche, una sorprendente e inesperada continuación de A la caída de la noche, escrita con la autorización del propio Clarke





Ambas narraciones A la caída de la noche (1948) y Más allá de la caída de la noche (1990) se incluyen en este libro: Tras la caída de la noche , que se alza como una inusual colaboración entre dos de los mejores representantes de la ciencia ficción contemporánea.


Clarke imaginó una Tierra desértica y calcinada, salvo en un punto -Diaspar-, y situó allí a Alvin, un joven que no se resigna a la decadencia de la raza humana. Benford en tanto, presenta un planeta renacido, con bosques, selvas y ríos recreados sobre la arena, y lleva todavía más lejos la vertiginosa travesía de Alvin hacia una humanidad adulta y evolucionada.
Tenemos por lo tanto dos textos completamente diferentes organizados en dos partes. La primera es el relato de Clarke, una fantasía muy de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción. La acción transcurre en la Tierra dentro de miles de millones de años en el futuro, en el ocaso de la humanidad que en el pasado ha conquistado el espacio y ha tenido que replegarse por complicaciones varias. Solo queda una ciudad en pie: Diaspar; al resto del planeta se lo ha comido el desierto, o al menos eso nos hacen creer al principio.

Desde el principio, según decía la historia, el hombre había deseado las estrellas y por fin las había conseguido. Durante millones de años se había extendido por la galaxia, conquistando sistema tras sistema bajo su férula. Entonces, surgidos de la oscuridad más allá del límite del Universo, los Invasores le atacaron y le despojaron de lo que había conseguido.
 La retirada al sistema solar fue amarga y debió de durar muchos miles de años. La propia Tierra apenas se salvó después de las fabulosas batallas que tuvieron lugar cerca de Shalmirane. Cuando todo terminó, el hombre se quedó solamente con sus recuerdos y el mundo en el que había nacido”.

 
Diaspar by korrektor - Devianart

Los habitantes de esta ciudad son inmortales pero han perdido la chispa que se supone identifica la esencia del ser humano: la curiosidad, el ansia de conocer, de conquistar fronteras, etc. Hasta que aparece Alvin, el último niño nacido en dicho entorno, quien resulta ser un alma inquieta que quiere saltarse todas las normas y explorar el resto del planeta. Esto le lleva a descubrir que no son los únicos humanos que aún la habitan y un montón de sorpresas más.



 
Diaspar Diagram - by R. Brad Reynolds


La segunda parte, escrita por Benford, trascurre muchísimos años después del fin del primer relato. No sabría decir cuántos porque se hablan de miles de millones de años con una facilidad pasmosa. Alvin ha conseguido imprimir un poco de nueva energía en la humanidad, que ahora parece haber revivido su afán por los descubrimientos, la exploración y la experimentación. Sin embargo, se verá enfrentada a antiguos monstruos, que habiendo sido creados antes que empezase nuestra narración, retoman protagonismo y vuelven con sed de venganza.

La vida terrestre veía a través de una estrecha franja del espectro. El tiempo había enseñado a la vida planetaria a aprovecharse del flujo que penetraba más habilidosamente la atmósfera, prefiriendo el amplio flujo de la luz verde. Ninguna vida terrestre usó jamás las perezosas longitudes de onda de la radio.

 Así que no pudieron ser testigos del paso de las enormes nubes de plasma que llenaban los grandes brazos en espiral. Visto con un gran ojo radial, el abismo entre los soles muestra ahora nudos y protuberancias, remolinos y grietas. El viento que sopla desde los soles sacude estas nieblas externas. Sólo un ojo más grande que el propio Leviatán podría percibir la incandescente riqueza que se oculta en esos confines. Los seres que flotan allí producen grandes llamadas de advertencia y viven entre el flujo de las corrientes eléctricas”.

¿Pero es la novela de Benford realmente una secuela de la de Clarke? No lo parecería, porque no sigue temáticamente a A La Caída de la Noche ni tiene el mismo protagonista. Alvin pasa a ser apenas un personaje secundario con esporádicas apariciones y al final sale de escena sin pena ni gloria. Benford quería contar una historia sobre seres que evolucionaron en el espacio y súper inteligencias colectivas, que no deja de ser un tema apasionante, pero ello no parece ser una continuación adecuada para la novela de Clarke.


Cover de la primera edición


Muchos factores y sucesos que se narran en la primera parte se ignoran o contradicen posteriormente. La Luna, por ejemplo. Clarke nos dice que el ser humano tuvo que destruirla en el pasado porque se estaba precipitando sobre la Tierra; en la segunda el satélite terrestre no solo no ha desaparecido sino que está cubierta de vegetación tras milenios de terraformación por parte del hombre. Luego están los Lys, los humanos que descubrió Alvin al escapar de Diaspar. Dotados de capacidades psi (telepatía, control mental, etc.), en la primera parte se indica que son mortales, al contrario que los habitantes de Diaspar. Sin embargo, en la segunda, que transcurre eones más tarde, nos topamos con los mismos personajes con que el inmortal Alvin se encontró por primera vez. Raro no?

El problema de la continuación es que la existencia de múltiples incoherencias, tanto de personajes como de contextos.  Podríamos opinar que no era necesaria para nada una segunda parte. El relato de 1956 era lo suficientemente bueno como para, simplemente, ser puesto al día eliminando unos cuantos anacronismos, actualizando algunos datos científicos y poco más. Pero no. Clarke, en una actitud autodestructiva (en lo que a calidad se refiere) y puramente comercial que le caracterizó en sus últimos años con esta absurda política de continuaciones, tomó La ciudad y las estrellas, le metió la tijera amputándole partes muy interesantes y esclarecedoras y la convirtió en la primera parte de Tras la caída de la noche.

Pero, a pesar de todo, Benford tiene su fuerza,  la segunda parte no me ha disgustado en absoluto. Teniendo en cuenta que la narración de Clarke es más clara y directa, esta segunda parte tiene algunos elementos muy atractivos, sobre todo el uso de la naturaleza como elemento central de la narración. Reconozcamos no obstante que en ocasiones la prosa de Benford se hace algo densa e incluso ininteligible (por ejemplo en el capítulo de La Noria).

No le daremos un alto puntaje a este libro pero, puede leerse. Luego, si alguien quiere reconciliarse con Clarke, puede leer La ciudad y las estrellas donde disfrutará de un relato lleno de magia y fantasía.


  




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